EL CUMPLEAÑOS DEL PRÍNCIPE SAPO

Aquella tarde se iba a celebrar una gran fiesta de cumpleaños para el príncipe sapo.

El señor hormigo, como todos los años, tenía un precioso regalo para él. Un Estroponcio sideral para solucionar problemas de matemáticas y hacer ricas tartas de coco.

Así, que se lo cargó a la espalda, salió por la puerta de su casa y se encaminó hacia el palacio.

Y camina caminando se encontró con la señora topa.

—¡Hola señor hormigo! ¿Vas también al cumpleaños del príncipe sapo? —saludó afablemente la señora topa.

—¡Hola señora topa! Sí. Allá que voy con mi regalo —respondió con una sonrisa el señor hormigo.

—¡Ay! ¿Y podrías llevar también mi regalo? Es que una está ya achacosa y con dolores de espalda… —le rogó con voz lastimera la señora topa.

—Bueno… Está bien. Cárguelo en mi espalda —le dijo el señor hormigo con resignación.

Y camina caminando el señor hormigo y la señora topa se encontraron con el señor tortugo.

—¡Hola señor hormigo y señora topa! ¿Vais también al cumpleaños del príncipe? —saludó el señor tortugo.

—¡Hola señor tortugo! Sí. Allá vamos —respondieron a la vez el señor hormigo y la señora topa.

—¡Ay! ¿Y podríais llevar mi regalo? Es que mi concha está frágil y tengo miedo de dañarla más… —les suplicó el señor tortugo.

—Yo estoy achacosa y con dolores de espalda… ¡Pero el señor hormigo lo hará encantado! —exclamó la señora topa.

—Bueno… Está bien. Cárguelo en mi espalda —volvió a decir el señor hormigo.

Y camina caminando el señor hormigo, la señora topa y el señor tortugo se encontraron con la señora pingüina.

—¡Hola señor hormigo, señora topa y señor tortugo! ¿Vais también al cumpleaños del príncipe? —saludó la señora pingüina.

—¡Hola señora pingüina! Sí. Allá vamos —respondieron a la vez el señor hormigo, la señora topa y el señor tortugo.

—¡Ay! ¿Y podríais llevar mi regalo? Es que mis patas están doloridas y débiles —clamó la señora pingüina.

—Nosotros estamos también débiles y cansados. ¡Pero el señor hormigo lo hará encantado! —hablaron la señora topa y el señor tortugo.

—Bueno… Está bien. Cárguelo en mi espalda —volvió a decir una vez más el señor hormigo.

Y camina caminando el señor hormigo, la señora topa, el señor tortugo y la señora pingüina llegaron al palacio.

Cuando llegaron al palacio, vieron que el príncipe se revolcaba en una enorme charca, salpicando con sus ancas todo a su alrededor. En cuanto el príncipe sapo vio al señor hormigo cargado con todos los regalos que habían ido poniendo sobre su espalda la señora topa, el señor tortugo y la señora pingüina se levantó y de un acrobático salto se puso justo enfrente del señor hormigo.

—¡¿Todos son para mí?! —gritó con alegría el príncipe. Y sin dejar responder al señor hormigo comenzó a bajar y a abrir uno a uno los regalos—. ¡Un traponcio de tres puntas con función para contar gotas de lluvia! Umm, ideal para las visitas indeseables… ¡Y el último disco quíntuple de Los hipopótamos bailarines! Aunque en la edición baratilla… Y esto es… ¡El libro de las «Mil y una maquetas de las mejores narices insignes»! Pero queda el último… ¡Un Estroponcio sideral! Justo lo que yo quería. ¡Ahora ya podré hacer tartas mientras soluciono problemas de Pitágoras! Creo que daré trescientos… ¡no! Quinientos montones de caramelos —exclamó el príncipe— al que me ha regalado estos estupendos presentes.

—Bueno… Está bien. Cárguelos a mi espalda —dijo por última vez el señor hormigo.

Visión

Mi vista se detiene en encinas dispersas

[achaparradas

a través del desgastado cristal del ferrocarril

cadenciosa y ausente

como queriéndose evadir del mundo real

y crear uno ficticio y más

a su manera

real y cercano.

Entonces comienza de nuevo la niebla

cayendo a pedazos como jirones deshilachados

de un hinchado vientre arácnido.

Se va posando desde el último crepúsculo

arrastrándose por entre los huecos

que aún sobreviven de luz

haciéndose un todo.

La percibo a dos silencios de distancia

con el ferrocarril traqueteando

en mis circunvalaciones extrañas y sumisas.

Pero nada de esto es real.

Solo el cristal que me refleja

y la saliva que retorna

al interior de mi garganta.

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Mi Álbum Ilustrado

Acabo de terminar un curso de Álbum Ilustrado en el que intenté reflejar a través de imágenes uno de mis pequeños relatos. No sé si conseguí plasmar por completo las ideas que tenía. Seguro que no. Soy demasiado novato en esto y además carezco de la voluntad necesaria para dedicar el esfuerzo necesario a pulir y detallar una y otra vez tus bocetos y láminas. Pero lo disfruté y aprendí a perderme entre trazos de colores. Y con eso para mí basta.

Esto fue lo que salió:

Primera Lámina

Lámina 3Maqueta libro ilustrado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y este el relato que ilustré:

Puzzle

Aquella tarde, a la sombra de un café, sucedió algo maravilloso: se enamoraron.
Ella traía la rutina cosida a su sombra y una mirada tan lejana que parecía que ya no podría volver.
Él se refugiaba en tierras imaginadas y le colgaba la desesperanza por sus hombros.
Ella dibujaba mariposas y luciérnagas en el vaho de los cristales y jugaba a que era feliz.
Él ahogaba su timidez con sonrisas y silencios y bisbiseaba poemas de memoria en sus ratos libres.
Ella se fijó en la pajarita de papel que sobresalía de las páginas del libro que estaba leyendo.
Él en su forma de agitar la cucharilla del café.
En el corazón de ambos había un vacío denso y oscuro. Ella, entonces, atrapó del borde de su corazón la sustancia necesaria para rellenar el hueco de él que, a su vez, atrapó del centro del suyo la sustancia imprescindible para ocupar el de ella.
Pero no encajaron. La sustancia no lograba fusionarse y quedaba como una pieza de puzzle mal colocada. Él, entonces, rescató de nuevo la parte del corazón que ella le había dado y recogió la parte del suyo.
Se sintieron tristes y más desesperanzados que nunca. Pero se encontraron sus miradas y ella, decidida, volvió a rellenar la parte del corazón de él; y él, seguro, lo hizo con el de ella.

Vagando ideas…

Solo necesito un instante de vida para escribir un verso y tres generaciones para rozar el sentido de la poesía.

Poesía no es un determinado número de versos agolpados en un papel, poesía es la mirada de dos amantes y el polvo que oculta el camino; poesía es la charla del café y las prisas del viajero. Solo eso y nada más, que diría un viejo pájaro maldito.

La poesía es íntima y universal, egoísta y solidaria. La poesía solo necesita un espacio donde escribir, ya sea la puerta de un baño o el margen de tu libro preferido.

La poesía solo pertenece a todo el mundo.

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Como cada mañana…

Como cada mañana se refugió entre las sábanas durante unos instantes antes de sentarse al borde de la cama.

Como cada mañana se afeitó con el agua templada y se enjabonó la cara y las axilas para después rociarse con el desodorante.

Como cada mañana se vistió con la ropa que había preparado el día anterior y besó en la frente de su mujer que como cada mañana aún seguía dormida.

Como casi cada mañana tomó la linea 3 del metro, se procuró un asiento y dejó perder su mirada en la pantalla del móvil.

Como cada mañana se sintió miserable y agotado.

Como cada mañana tuvo que engañar a dos o tres ingenuos.

Como cada mañana la mañana se hizo tarde.

Y la tarde se hizo noche.

Y la noche era una mañana sin luz.

Como cada mañana se refugió…

2014-02-23 18.39.55

Las dos caras de Peter Pan

El país de «Nuncajamás» no es sino la representación de todos los mundos fantásticos que niños de todas las generaciones reviven en su más temprana infancia. Y ese mundo será real mientras permanezcamos dentro de él. Mientras creamos ciertamente que los piratas vienen a por nosotros; que con el polvo de hada podemos elevarnos del suelo y luchar desde el aire y esquivar las balas de cañón. Es ese mundo de la infancia.

Pero hay dos visiones de esa edad pueril: una inocente, ingenua e inofensiva; otra oscura, compleja y reflexiva. Supongo que no hará falta decir cuál pertenece a la novela y cuál a la famosa película de animación de Disney… Estrenada el 5 de Febrero de 1953, la película fue un éxito de crítica y público. Walt Disney encargó el proyecto del guion a Milt Banta, guionista de «Alicia en País de las Maravillas» y, posteriormente, de «La Bella Durmiente». El texto era bastante extenso así que se limitó a seleccionar las escenas fundamentales.

Como ya dije la adaptación cinematográfica suaviza y a veces elimina las escenas que pudieran ser polémicas o demasiado oscuras para el público eminentemente familiar al que iba dirigido. El arranque de la historia es básicamente idéntico. No escamotean ningún personaje salvo la doncella, figura muy secundaria en la novela. Pero sí hay una diferencia importante. En la película, Wendy cuenta a Peter que al día siguiente crecerá porque será desplazada del cuarto de los niños, donde duerme ahora, a un cuarto para ella sola, como hacen los mayores. Cuando lo oye de inmediato quiere llevarla consigo para viajar al país de «Nunca Jamás» antes de que crezca y ya no pueda volver. En la novela, Peter persuade a Wendy para que se vaya con él diciéndole las maravillas de «Nunca Jamás» egoístamente -de hecho la arrastra hacia la ventana- sin importarle siquiera si podrá volver a casa o los peligros que pueda correr, solo interesado en los cuentos que podrá contarle. Pero este cambio obedece más a la obligada adaptación a la hora de pasar de un código narrativo a otro que a razones más moralistas o comerciales. Después de esta escena sí que el guionista aprovecha la descripción de la isla y de los piratas -incluyendo al Capitán Garfio- para incluir situaciones cómicas a modo de gags -como el afeitado de la gaviota o al pirata que disparan- que servirán para suavizar y eliminar cualquier elemento oscuro de la historia original. Más importante es, en mi opinión, la eliminación de ciertos elementos en la llegada de Wendy, sus hermanos, Peter Pan y Campanilla a «Nunca Jamás». Cuando todos se acercan volando hacia la isla, Campanilla despista a Wendy y la separa del grupo. Entonces va en busca de los niños perdidos y les convence de que Wendy es en realidad un gran pájaro blanco y de que Peter Pan les ordena que lo derriben y maten. Y es del más ingenuo e inocente de ellos del que se aprovecha Campanilla (Simplón o Lelo según las distintas versiones en castellano, Tootles en el original- algo así como el que es o se mueve con mucha pausa o tranquilidad-) para que dispare con su flecha a Wendy. Esta alcanza su objetivo y Wendy cae al suelo. Lo que es una acción terrible, y a punto de ser trágica de no ser por el colgante que lleva al cuello Wendy donde se le clava la flecha (una bellota que le dio Peter creyendo que era un beso), se convierte en mera travesura en la película. En ella tan solo le tiran piedras y flechas de madera que le hacen caer a pesar de no darle ninguna. Y otra diferencia fundamental es la conclusión de esta escena. En la película Peter Pan recoge en sus brazos a Wendy y baja con ella suavemente hasta el suelo, rodeándoles los niños perdidos con alboroto. En la novela Wendy cae al suelo y los niños perdidos la rodean creyéndola muerta. Simplón entonces se estremece, aterrorizado por Peter Pan, al comprobar que no es un pájaro sino una muchacha. Es en ese momento cuando llega Peter Pan y al creer también él que ha caído muerta al suelo, arranca la flecha y se revuelve contra quién la disparó, dispuesto a clavársela sin ninguna compasión. Pero Wendy le sujeta la mano y se lo impide, descubriendo todos que ella está bien. Los indios forman parte fundamental de la siguiente escena. Esta no existe en la historia original, si no que fue añadida por el guionista para sustituir la batalla que sucede en el lago de las sirenas en la novela. Después de que los indios hayan atrapado a Juan y Miguel y a los niños perdidos, los llevan a su campamento y los atan juntos en el tótem. En realidad es un simple juego inofensivo en el que se atrapan unos a otros para luego soltarse. Pero esta vez ha desaparecido Tigridia y no los soltarán hasta que les digan donde se encuentra. Será por supuesto Peter el que solucionará el entuerto cuando llegue con Wendy y Tigridia al campamento después de haberla salvado en el lago de las sirenas. Los indios ya no volverán a aparecer más a pesar de la importancia que sí tienen en la novela. Quizás sea por la ambigüedad que representan pues son un grupo al margen, independientes, que solo les une a Peter y los niños su odio a los piratas. Pero más bien me inclino que sea por meras cuestiones prácticas y que si les hiciera cobrar un mayor protagonismo el metraje sería demasiado largo. Una curiosidad -o más bien una actitud marcadamente machista- en esta escena. Cuando todos bailan alrededor del fuego una mujer india detiene a Wendy y le dice que ella no puede bailar con el resto pues, como mujer, debe limpiar y traer leña al campamento. Lo más sorprendente es que, aunque a regañadientes, lo hace en primera instancia -la segunda vez que se lo dice se marchará airada. Es un signo de la moral de la época -recordemos que es 1953- pero bastante significativo para ver cómo se marcaban los estereotipos de mujer. Sucede entremedias de esta escena un cambio importante con respecto a la versión literaria. Para descubrir el escondite de Peter Pan, el Capitán Garfio consigue engañar a Campanilla convenciéndola de que se llevará con ellos a Wendy para así tener a Peter para ella sola. Esta escena no existe en el libro. Campanilla no es engañada, los piratas descubren el escondite por ellos mismos de casualidad al sentarse sobre la chimenea del árbol. Por tanto, con este cambio lo que el guionista y los directores querían era marcar el carácter malvado de Garfio y redimir a Campanilla, pues después de saberse engañada ya definitivamente se pone del lado de los niños. Después llega ya el punto culminante de la película, el punto de máxima tensión dramática que llevara al plácido final. Una vez que averiguan el escondite atrapan a los niños y a Wendy y dejan un regalo a Pan que resulta ser una bomba (en la novela son cinco gotas de veneno que echa Garfio en la medicina que le daba Wendy a Peter). Entonces es Campanilla quien le salva en el último momento, ya de la bomba o del veneno, quedando malherida. Pan clama venganza y se lanza contra el Capitán en la que será la última batalla. Quizás lo más significativo de esta lucha final es la derrota de Garfio. Su fin en la película por supuesto sigue en la misma línea y huye cómicamente del cocodrilo junto a Smee, alejándose del barco. En la novela, Barrie nos deja entrever la compleja personalidad de Peter. Después de matar uno a uno a los piratas, lanzando al aire su aquí escalofriante canto del gallo, va a por Garfio dispuesto a la lucha final. Pero el pirata está desconcertado, confuso. El Capitán está aterrorizado. Llega a preguntar a Peter Pan quién es realmente y él solo contesta que la alegría y la juventud en un tono burlón y despreocupado que termina por volver definitivamente loco al Capitán. Ya no puede soportarlo más y acaba por suicidarse tirándose a las fauces del eterno cocodrilo. Luego llega ya, en la versión cinematográfica por supuesto, el final plácido y previsible.

Peter no es ese aventurero que corre junto a los indios y lucha contra los piratas, sino un niño atrapado en su propia imagen, anclado a una inmadurez constante, esa negación a crecer que en el fondo todos nosotros hemos deseado alguna vez. Un Peter andrógino y malencarado, soberbio y cruel con sus enemigos que no acepta que le contradigan. Pero para otros será solo esa imagen inocente del héroe puro, sin fisuras, que Disney nos ha proporcionado. Desde aquí recomiendo fervientemente adentrarse en la novela y descubrir esa otra cara de Peter que Disney no quiso mostrarnos. Y si os pica aún más la curiosidad, intentar leer su anterior versión teatral llamada «Peter Pan o El niño que no quería crecer» estrenada el 27 de diciembre de 1904. Es algo más amarga y oscura que su posterior versión en prosa, de 1911.

Pero no quería terminar este brevísimo ensayo sin mencionar el capítulo final de la historia que Disney no nos enseña. Es un final amargo y hermoso en el que se nos descubre la fragilidad de Peter, una lúcida visión sobre lo que significa crecer y tener que dejar atrás la magia de la infancia. Cuando creíamos en las hadas y luchábamos con los piratas. Todos excepto Peter Pan. Que seguirá volviendo a buscar a Wendy para la limpieza de primavera y después a su hija y después a la hija de su hija mientras, como dice Barrie, «los niños sean alegres, inocentes e insensibles».

Peter_Pan_by_EvelMash

Ilustración de Evel Mash

Bibliografía/Filmografía:

  • Peter Pan, James M. Barrie; Alianza Editorial, 2010
  • Peter Pan o el niño que no quería crecer; Ediciones Siruela, 2005
  • Peter Pan; Walt Disney Company ®, 1953

Rastros de un café

Laura sacudía el sobrecito de azúcar que el camarero había colocado estratégicamente junto a su taza. Miró su reloj mientras disolvía el azúcar en el café; las siete y media. Hacía ya veinte minutos que Paula y Cristina debían estar charlando junto a ella. Seguro que Paula se ha entretenido admirando sus nuevas tetas de caucho, murmuraba mientras dejaba la cucharilla gotear sobre el platillo. Su móvil se estremeció sobre la mesa. Era Cristina. No podía venir. Su hijo Fran volvía a tener anginas. Lo más seguro es que se las extirparan el viernes. El móvil volvió a vibrar dos minutos después. Esta vez era Paula. Sólo envió un escueto mensaje para no tener que dar demasiadas explicaciones.

Laura se había quedado únicamente con su taza de café. Dirigió su mirada hacia el exterior. Comenzaba a llover con fuerza. La gente corría en busca de un lugar donde refugiarse. De repente, la puerta de la cafetería se abrió de golpe. Un joven desaliñado y desgarbado entró tambaleándose hacía el interior. Con un suspiro de alivio pidió una gran taza de chocolate caliente. Laura lo observaba con curiosidad. Aún eran las ocho menos diez. El café se había agotado y lo único que le pedía su cuerpo era una gran taza de ese chocolate caliente.

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Tsumiki no le (La maison en petits cubes)

Cartel del cortometraje

Cartel del cortometraje

A veces te encuentras con sorpresas inesperadas. Con destellos de sensibilidad, de luz e inteligencia en forma de pieza de animación.

Tsumiki no le (La maison en petits cubes) es una historia aparentemente sencilla e intimista que nos habla de la memoria, de los recuerdos vividos, de la vida en definitiva. Kunio kato, su director, fue el segundo japonés en ganar un Óscar en el 2008 tras la célebre El viaje de Chihiro.  

Funde lo simbólico con lo real, adentrándonos en un mundo onírico y extraño pero familiar a un tiempo. Poco importa qué sucedió y cómo en esa tierra acuática y lejana. Lo que nos atrae es esa figura entrañable e hipnótica que lucha e intenta sobrevivir a pesar de todo, a pesar de ese mar que le va persiguiendo implacable. A ello también ayuda la técnica empleada en la animación, pues kato juega a darle apariencia tradicional, casi como si estuviera echo con planchas una a una, a la antigua usanza, pero que, sin embargo está realizado con las más novedosas herramientas informáticas.

Aquí lo dejo, espero que lo disfrutéis tanto como yo. Y no os asustéis, a pesar del título no está en francés ni en japonés, es un corto sin palabras.

Última estación

Las sombras se suceden tras los cristales grises. El tren traquetea despacio y monótono. En uno de sus gastados compartimentos dos pétreos viajeros se sientan uno frente al otro. Están completamente solos en todo el vagón. Hace demasiado tiempo que nadie, ni siquiera el revisor, interrumpe el tenso silencio de los pasajeros. Ambos parecen sacados de un mismo molde (traje gris, corbata oscura, maletín de piel y zapatos a juego). Pero el tren se frena bruscamente.

–          Vaya, ¿qué habrá sucedido?

–          Un semáforo en rojo.

–          ¿Tú crees?

–          Intuyo.

El silencio retorna, haciéndose ahora más pesado e ingobernable. El tren, sin embargo, sigue su trayecto sin pausas dramáticas. Uno de los viajeros mira mecánicamente su reloj. Su compañero de vagón clava su mirada en aquel hombre simétrico. Observa sus oscuras cejas, perfectamente niveladas; sus impenetrables pupilas negras; su nariz de corte egipcio; su estirado cuello de jirafa, oculto tras su impoluta camisa. Quedaba poco para llegar a su destino y aquel hombre era lo único que tenía. Abrió su maletín y levantándose con mucha precaución, mostró su contenido a su compañero de viaje.

–          ¡Un Kikirú!

–          ¿Cómo sabes qué es?

Y abriendo su maletín, se levantó con mucha precaución y mostró su contenido.

–          ¡Un Kikirú!

Y el tren, inevitablemente, tuvo que llegar a su destino.